Daft Punk en Monterrey
La desintegración de Daft Punk fue una noticia global y un flashback local que nos regresó al 2 de Noviembre de 2007.
El protagonista de este video, para mí, es él. Viviendo la vida al máximo.
No estuve en ese concierto (aunque sí pude ver ese show en otra ocasión); lo que puedo recordar en torno a ese evento es la crónica de El Norte, que forma parte de la desafortunada tradición de la cobertura de conciertos en Monterrey.
En la sección de comentarios de esta nota se armó un linchamiento debido a que el titular infiere que Daft Punk usó tornamesas en su presentación. El Daft Punk de los 00s, en sus giras, no usó tornamesas. (En esos años previos a twitter, leer los comentarios de las notas de El Norte era todo un pasatiempo regio. Corríjanme si no.)
Esta crónica (que subí aquí por si a alguien le interesa leerla completa) es buen ejemplo del poco interés que la prensa local tiene al hacer coberturas de conciertos que se salen de su zona de confort cultural; esto es: afuera del pop, lo urbano o lo grupero. Lo que a menudo cometen quienes realizan estas coberturas no es ignorancia; es falta de interés.
Saben que podrían prepararse para escribir mejor sobre artistas y géneros musicales que no dominan, pero deciden que el evento que van a cubrir- al no estar en el campo de sus preferencias musicales- no es relevante y simplemente deciden no aprender algo nuevo. Desde entonces y hasta hoy, la relevancia de los conciertos es definida por la cantidad de personas que asistieron y otros factores evidentes como la puntualidad y la actitud del público durante el show. Factores válidos para una cobertura que son apenas una fracción de todo lo que se puede escribir acerca de un concierto.
A propósito de este show, que seguramente tiene pase directo a uno de los mejores en la historia de Monterrey y sucedió en 2007, reitero mi opinión: la primera década de este siglo fue la mejor época en la historia de los conciertos en la ciudad. Aquí elaboro mi hipótesis, por si no la habían leído. Cuando publiqué ese texto hubo quiénes conversaron conmigo sobre el tema, diciéndome que el milenio pasado también era de considerarse, por la magnitud de shows irrepetibles como el de Queen en el Estadio Universitario. Es probable que para mí la mejor década de conciertos hayan sido los 00s porque la viví desde la óptica de mis veintes, y porque pude ver a algunos de mis artistas favoritos. Mi percepción no es que fue la mejor época para mí, sino para todo el ecosistema de eventos musicales. Quienes asistían, quienes los organizaban, quienes los cubrían.
A continuación, una sección que será recurrente en RWBR.
Salón de la fama del Community Manager Regio: el Beto’s Bar
(En donde destaco social media managers que en sus redes sociales transpiran la idiosincracia regiomontana.)
Al igual que el acento, la comida, la manera de conducir en el tráfico y la manera de hacer política, el uso que los regios hacen del social media es característico. Hablemos de los community managers. No de los mejores o peores. Solo de los más peculiares.
El del Beto’s Bar
Nunca he ido al Beto’s ni conozco a nadie que haya ido. A lo mucho, he pasado caminando por enfrente. Y de día. Todo esto dice más de mí que del Betos’ Bar.
No estoy seguro cómo cobré consciencia de que es una institución underground entre los bares locales. Soy de los cobardes que solo lo visita a través de su cuenta de Instagram. Leyendo este texto que describe cómo es estar en su interior, entiendo que es un templo para la gente que no cree en los constructos sociales.
Con más de 50 años, el bar es uno de los establecimientos más vetarnos del Centro, pero no siempre ha tenido el mismo giro. Sus varios dueños han transformado el lugar según el gusto musical de cada uno: de rancheras a colombiano, de vallenato a rockero. El bar ha reconstruido su clientela más veces de las que cambian de canción en la rocola, pero aun así se ha mantenido como uno de los bares referentes de la colonia.Todas las mesas del lugar son las únicas reminiscencias de los diferentes giros sufridos por el bar. Cuando sonaban rancheras, las mesas eran de madera y plástico; cuando se escuchaba colombiano y vallenato, de metal. Las de plástico son las más nuevas, las rockeras, marcadas por leyendas como “carne=asesinato” o “Punk y Anarquía”.La luz siempre es tenue, de tonos oscuros y lóbregos. No ayuda a esquivar los vidrios rotos ni la cerveza derramada por los que cantan “Breaking the Law” a todo pulmón. Las cajas de cartón apiladas en una bodega se caen por todo el pasillo mientras que las de plástico se apilan debajo de las escaleras en el patio, donde muchas veces fungen como asientos para los que traen sus guitarras y se ponen de bohemios con su caguamón en una mano y los trastes de su instrumento en la otra.
La cualidad del community manager del Instagram de Beto’s Bar radica en hacer lo que ningún establecimiento se atrevería: apropiarse su mala fama y usarla a su favor en la creación de contenido. Vamos, sí ha habido establecimientos que lo han hecho, como Taquería Orinoco, después de que una pareja fue captada en plena masturbación.
Pero el Beto’s es infinitamente más punk y estamos hablando de un lugar que tiene permanente e indeleble mala fama.
Por lo que entiendo, a los que terminan alcoholizados más allá de sus cinco sentidos terminan “tatuados”.
Y los diálogos a golpes son cosa de todos los días
El shade que le tiran a sus competidores no es nada sutil
Regios will be regios es un newsletter semanal gratuito (que podría ser un podcast) sobre Monterrey, escrito por Maximiliano Torres.