El Kokoloco revive como obra de museo
Futbolista y rapero son dos sinónimos de ídolo. Verlos en las portadas de las secciones de deportes y espectáculos habla de nuestra cultura aspiracional. Cuando ambos comparten la portada de la sección policiaca, esta vez en calidad de víctimas de un delito, el mensaje es otro.
Babo del Cartel de Santa y Rogelio Funes Mori reportaron a la policía un robo en sus respectivas propiedades. Si bien ambos casos son para considerarse, la noticia que encierra más interpretaciones es la de Babo.
El martes pasado tuitée: Que alguien se haya animado a asaltar a Babo de El Cartel de Santa en una fiesta de raperos en su casa dice todo sobre la seguridad en Nuevo León. ¿Qué esperanza nos queda a todos los demás?
Lo hice a manera de broma. Obviamente la inseguridad en Nuevo León se mide por situaciones que rara vez tocan a los famosos y que afectan al ciudadano promedio cotidianamente. Mi punto era que, cuando hablo de inseguridad no me refiero a quienes la vivimos sino a quienes la producen.
Con dos temporadas vistas de Mindhunter como única preparación, me sentí capaz de analizar a la mente criminal que un día consideró buena idea meterse a la casa del vocalista de El Cartel de Santa.
La nota de El Norte dice que tiene 29 años, lo cual no lo coloca en el rango de edad del público de Babo; tampoco lo vuelve un centennial cuyas referencias musicales no alcancen para saber qué significa PPCDSALVC. No solo el delincuente no es tan joven, ni siquiera la escena del rap en Monterrey es tan amplia en relevos generacionales como para que Babo no sea parte de la cultura regia del ladrón.
Otra lectura de esta nota se le ocurrió a alguien que me retuiteó:
Si la credibilidad de los exponentes de cierto subgénero del hip hop está basada en su relación antagónica con la justicia, con un estilo de vida criminal y una actitud de hacer justicia por su propia cuenta, ¿qué sucede cuando el rapero es quien recurre a la policía para que lo auxilien?
La nueva expo de MARCO: un oasis para instagrammers.
Museo MARCO reabre sus puertas a partir de hoy viernes y vaya que tiene una carta decisiva que jugar contra la pandemia: una exposición que invitará a muchos a hacer el necesario y obligatorio trámite de cambio de foto de perfil en redes sociales.
La poética del regreso, de Mario García Torres, incluye una instalación del anuncio del Kokoloco que, junto a Café Iguana, es el bar más icónico y mítico en la historia de Monterrey. Para los lectores no regiomontanos de este newsletter: intenté buscar algo de historia del Koko y es una pena que una búsqueda de Google no ofrezca ni siquiera una entrada en Wikipedia.
Esta no es la única pieza que, pronostico, predominará en Instagram. ¿Qué me dicen de esta serie sobre spoilers de películas.
MARCO estará abierto de lunes a sábado de 10 am a 6 pm con horarios de visita de una hora con 30 minutos con las medidas sanitarias que exigen las autoridades de salud. El costo de los boletos de entrada es de $45 pesos general y $30 pesos para estudiantes, maestros y adultos hasta 64 años con su credencial del Inapam. Puedes agendar tu visita aquí.
Crédito de las fotos: Jesus Torres
Salón de la fama del Community Manager Regio: Pholicioso
Pholicioso es de los muy pocos lugares donde se puede probar comida vientamita en esta ciudad. Pho, Bánh mìs, chicken curry y -mis favoritos- sus rollos de ensalada en hoja de arroz con camarón, puerco, cilantro fresco, pepino, zanahoria acompañados de un dip cremoso y dulce de crema de cacahuate y crema de coco.
Más que seguir esta cuenta para antojarme de sus platillos, lo hago para ver cómo empujan los límites de su social media como negocio local e independiente.
Sí, publican presentaciones de sus platillos que te harán planear una visita a su inconfundible local con anuncio con textura de disco ball; la otra mitad de su contenido está dedicada al activismo LGBT. Y no se trata de una cuota de activismo, como la que muchos restaurantes cumplen una vez al año.
Es quizá en el tema de la comida y los restaurantes que incluso los regiomontanos que se consideran de mente abierta pueden descubrir que todavía tienen algo de conservadores. Mi primera reacción a algunas de las publicaciones de Pholicioso fue mixta, no por escandalizarme ante sus mensajes y consignas, sino porque, de la misma forma en que dedican energía a comunicar sus valores como personas, podrían hacerlo para comunicar sus valores como emprendedores, los cuales también influyen en gran manera en formar una comunidad de clientes.
¿Aceptan tarjeta o solo efectivo?, ¿tienen estacionamiento?, ¿colocan mesas al exterior durante la pandemia?, ¿se puede reservar?, ¿tienen servicio a domicilio?, ¿se puede facturar?, ¿qué pasó con ese platillo que no está en el menú pero que subieron a IG porque se les antojó, estará pronto en el menú? Son preguntas que se podrán responder si uno llama por teléfono, pero no consultando su feed de Instagram.
Puedo decir que este reproche se disipa cuando uno visita el restaurante y conoce personalmente a sus dueños, que son estupendos anfitriones y le han dado al lugar detalles que lo hacen único más allá de su oferta de comida.
De manera que cuando alguien dice “Apoya a los negocios locales”, apoyar significa más que comprarles. Significa seguirlos en IG y no extrañarse de que no suban fotos de comida, significa conocer a sus dueños y las cosas en las que creen y defienden, significa empatizar con un cocinero excelente (como el de Pholicioso) al que no le interesa la autopromoción, ni presumirte que es amigo de todos los otros chefs de la ciudad (como no pocos chefs regios.)
Cuentas como esta son las que hacen que el Instagram local siga siendo un lugar interesante en internet.
Regios will be regios es un newsletter semanal gratuito (que podría ser un podcast) sobre Monterrey.