Hamburgesas sin fronteras
Esta semana, tres muestras para estudio de Monterrey como caso antropológico:
“Winter” is “coming”
Con la llegada de los primeros frentes fríos comienza en la ciudad la eterna discrepancia sobre el código climatológico de vestimenta. Tan pronto el cielo esté nublado y el termómetro descienda por debajo de los 20C, el rango de ropa que veremos en la calle puede ir de una simple chamarra de mezclilla a botas UGG y capas de tela invernal.
Una importante conversación se abrió en reddit para determinar cuándo se considera en Monterrey que oficialmente hace frío, cuando está agradable y cuando hace calor.
Regios will be: moviegoers
Según cifras de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica, 17 mil 146 personas en Nuevo León fueron al cine en el primer fin de semana de reapertura de las salas a 30% de capacidad. ¿17 mil son muchos en el contexto de la pandemia? Desde la perspectiva de los cines, para nada. El año pasado en este mismo periodo se vendieron 3.7 millones de entradas en todo México, frente 107 mil en 2020. Para quienes todavía tenemos reservas de salir a hacer actividades no esenciales, 17 mil personas suena a cifra elevada. Puede tratarse de un amor genuino por el cine (MTY es el segundo mercado más grande para el cine en salas en México), de un caso del llamado revenge attending (esto es, salir por ocio para desquitarnos de los meses de confinamiento), puede ser la asimilación de tener que rehacer vida con la pandemia, o la no asimilación de los riesgos de la pandemia. Todo depende de a quién le preguntemos.
Lo que más me llama la atención de esta cálida recepción al formato del cine en salas es que, realmente, la cartelera no tiene una oferta que amerite exponerse al riesgo sanitario. Tenet llega a los cines hasta el 16 de septiembre. Mujer Maravilla se acaba de recorrer hasta navidad, lo cual me lleva a hablar de la nueva normalidad que posiblemente suceda en la cartelera de nuestro futuro inmediato: debido a que las salas estás a menos de la mitad de su capacidad, los grandes estrenos están demorando en recaudar dinero en taquilla. Para dar oportunidad a que cada superproducción (Tenet, Mujer Maravilla, No Time To Die, Rápidos y Furiosos) los cines estrenarían una película de este perfil cada cuatro meses. Si algún lector de este newsletter no supo lo que es ir al cine en los 80s, tal vez ahora conozca la sensación de una cartelera con contados estrenos que duren hasta cuatro meses en salas.
La fiebre de la hamburguesa (no incluye la fiebre de las papas)
Mi historia favorita de esta semana (sí, también haría una serie/película de esta) fue publicada en la columna de Cony De Lantal, en la sección Buena Mesa de El Norte.
Esta vez, la pluma gastronómica de El Norte no relató su última visita a un restaurante de la localidad; habló del descubrimiento de una pareja que se anuncia en redes y toma pedidos por WhatsApp para cruzar la frontera con EE.UU. para traer comida de Whataburger y Chick-Fil-A.
Esto es lo que escribe:
Qué brete. Con eso de que la pandemia nos tiene aún cerrada la frontera al shopping y a los caprichos no esenciales, ya volvimos a la época de las chiveras, ¡y hasta de gente que se dedica a pasar hamburguesas del Whataburger!
¡El colmo del antojo malinchista! ¿Pedir que te traigan una hamburguesa de McAllen? Habiendo tantas y tan buenas aquí. Y, peor tantito, ¿quién se puede dedicar a traerlas? Me sonaba de lo más tonto. Después de las mañaneras por supuesto.
¿O más listo? Porque es cierto que cualquier cosa de allá la puedes ahora pedir por Amazon, excepto tal vez una hamburguesa del Whataburger. Y de que hay fanáticos obsesionados, los hay. Ve nomás la cantidad que tiene ya sabes quién. Por lo visto también los hay de esas cadenas gringas como el Whataburger y el Chick-Fil-A.
Ahí encontró la oportunidad esta pareja de esposos que se anuncia en redes para tomar pedidos por Whatsapp (811-277-8174) de ese par de gringadas tan añoradas por los regios, y se lanzan los viernes como Rappis internacionales a traerlas en la cajuela de su camioneta, para luego entregarlas acá en dos puntos que establecen previamente.
Desde que vi su anuncio había mil cosas que me intrigaban. ¿Cómo se las traen? ¿Dónde las compran? ¿En qué condiciones llegan? ¿Acaso les sale?
Ya tienen el caminito con un par de sucursales allá, que les entregan todo para que aguante la pasada, la paseada y la pisada, porque hay que acelerarle para entregar a tiempo.
Y claro que les sale, te las venden al doble o tantito más, y no me lo hubiera imaginado, pero un titipuchal de gente les hace pedidos, incluyéndome ahora a mí, ja, ja, que de tanto averiguar también se me antojaron cañón.
Llegué con enorme deseo y curiosidad a la hora y punto pactados a recibir la mercancía: 8.45 pm en Plaza Fátima. Ahí estaban ya entregando en lo oscurito de esa zona, como los fayuqueros de antes, rodeados de gente arremolinándose en torno a su cajuela repleta de sencillas, dobles y chicken strips, además de encarguitos del Wal Mart, paquetes de P.O. Box y caprichos en general de gente obsesionada.
Algo raro sentí en las tripas, además del hambre que ya traía. Era una infantil emoción como la de aquellas maripositas que me invadían de chiquilla cuando entraba a la tienda de Gachely en Bosques del Valle (donde hoy están Las Ordaz). Ahí exhibían cantidad de dulces fayuqueados, de esos que antes no llegaban acá, como el polvito del Fun Dip, los anillos Ring Pop o los chicles Hubba Bubba.
Con ese rico cosquilleo en las quijadas que aún recuerdo, volví a salivar como niña en dulcería gringa, mientras veía salir de esa cajuela cantidad de Whataburgers apachurradas con otros nombres. Como sucedería en cualquier empresa mexicana naciente, los pedidos estaban bastante cuatrapeados. ¿Y la mía? "Aguánteme señora, orita aparece".
Junto a mí había otras personas esperando con el mismo fervor enfermizo y la misma impaciencia. "Es que mi hija cumple años y se la prometí", decía una señora. Otro negociaba dar la diferencia de unos aros de cebolla que no llegaron, por una hamburguesa extra que seguramente le iba a faltar a alguien más. Me muero si es la mía, pensaba.
No faltaba el antojadizo que manejó desde la Carretera Nacional para recoger su Whataburger que a su vez ya venía paseándose desde McAllen. Todos ahí arrecholados nos volteábamos a ver como esos locos que sólo se entienden entre ellos.
Nuevamente pensé que esto era muy tonto. No podía creer que estuviera tan emocionada cuando por fin me entregaron mi paquete zangoloteado. Ya las tengo, le marqué inmediatamente a mi marido, con ese pícaro dramatismo de quien logra conseguir algo prohibido en el mercado negro.
Aunque no lo creas, disfruté como tontita de mi Whataburger recalentada que me costó 150 pesos (cuando allá andan en alrededor de 3 dólares) Y lo peor del caso es que lo volvería a hacer, porque este sabor tiene un no sé qué que qué sé yo. Sabe a nostalgia, diría.
Lo más irónico es que ya estuvo Whataburger aquí y no pegó. ¡Ah mundo loco!
El anuncio del que se habla en la columna es este. Perfectamente diseñado para no decir de más, ni de menos.
Un viaje express a Texas a la menor provocación es genética regia. De hecho, hace décadas, era común saber de familias que hacían su despensa en McAllen. Lo que rescato de esta nuevo nivel de culto a lo texano es el factor hamburguesa. ¿Se han fijado que últimamente la mayoría de los restaurantes de la escena local están destacando hamburguesas en sus menús. Incluso la San Pedro Restaurant Week tiene una veintena de hamburguesas en su line up 2020. No hace falta justificar esta tendencia ya que no faltará un restaurantero o chef que explique que las hamburguesas son lo más viable económicamente en tiempos de pandemia, o el foodie que nos diga que son una gran opción.
Venimos de quitar esto de la vía pública, pero debió quedarse como monumento al paladar regiomontano.
Regios will be regios es un newsletter semanal gratuito (que podría ser un podcast) sobre Monterrey, escrito por Maximiliano Torres.