Las obligaciones de la vida me impiden enviar este newsletter en su forma óptima.
La siguiente es una versión express, dispersa, con bullets.
En días pasados:
Admiré la capacidad de la edición Sierra Madre para superarse a si misma cuando se trata de mostrar insensibilidad.
No soporté que el negocio de gomitas enchiladas de la hermana de Mariana Rodriguez tiene oficinas como si se tratara de una start-up de Silicon Valley.
Me intrigó el contenido de esta cuenta de IG sobre un Club de lanzamiento de hachas. Para ejemplo, este post promocional:
Revisé los resultados de la Encuesta sobre hábitos y consumo cultural de NL. Para sorpresa de nadie, el regio no lee (pero sí se opone a los libros de texto de la SEP) y no va a actividades culturales porque prefiere pasar tiempo en familia (sin detenerse a pensar que puede pasar tiempo en familia a la vez que asistir a actividades culturales).
El dato de que los regios vamos ante todo (y solo después de la iglesia) al centro comercial, cada vez me disgusta menos, considerando que en Monterrey hay plazas tan históricas, conflictivas y surreales como Plaza Fiesta San Agustín, que es parte de nuestra herencia cultural. Ahora bien, si el regio va con más frecuencia a la iglesia y después al centro comercial, Pueblo Serena debería tener un letrero que diga: THIS MUST BE THE PLACE.
Encontré (por casualidad) un listado del ecosistema del Río Santa Catarina post-huracán Alex.
Valoré este tweet no irónico sobre Monterrey como el sueño cumplido de alguien.
Comencé un nuevo monitoreo de noticias dignas de estudio: la cero tolerancia al ruido vecinal en la zona metropolitana de Monterrey. Así como me la paso observando a la gente que choca estacionada, ahora encuentro una cantidad considerable de noticias sobre arrestos a vecinos por no moderar el volumen de la música que escuchan. La mayoría, en Escobedo.
Mención especial al outfit con el que fueron detenidas las más recientes disruptoras del orden auditivo de Escobedo.
El fenómeno es curioso porque somos una ciudad ruidosa y sin consideración por el otro. Es cuestión de detenerse a poner atención y encontraremos una bocina irrumpiendo en el ambiente.
Parque Fundidora tiene bocinas con música pese a ser un parque que, por definición, no requiere música en bocinas, el WeWork en el que ahora escribo este newsletter tiene música non-stop (no es mala, pero ¿es necesaria en un espacio de trabajo?), hay música en el metro, también hay música donde es idóneo que haya música, aunque el volumen es terrible.
Como un experimento para saber qué tanto vivimos expuestos a la música que no es de nuestra elección, una vez empecé una playlist en la que agregaba todas las canciones que escuchaba en lugares públicos ruidosos en contra de mi voluntad. No incluía espacios que tienen curaduría musical y es comprensible que haya música (cafés, bares, cocteles, fiestas, etc.) Dicha playlist continúa en construcción.
Luego están el ruido de los edificios en obra y calles en remodelación, el del tráfico, el de las personas que ven Tiktoks sin audífonos. ¿Tiene esta queja qué ver con que soy un anciano? Probablemente. Pero la intolerancia de la edad nada tiene qué ver con la intolerancia de Escobedo hacia el ruido. ¿Qué es este civismo que les está brotando? Mientras que San Pedro tiene banquetas sin cableado, Escobedo está poniendo en práctica una definición de primer mundo que no habíamos visto en ningún código postal.
Regresé a aquel mapa de Cafés locales que hice y veo que tiene más de 8 mil views.
Hasta la próxima, 👋🏽
Regios will be regios es un newsletter semanal sobre Monterrey, escrito por Maximiliano Torres. Instagram: @regioswbr.
*se muda a Escobedo*
Y ahora hay castores!